Le conté (me recordó) los primeros días en Madrid cuando me llenaba de alegría ( una alegría extraña) el saludo del tipo que vende la farola a la salida del carrefour... Era extraño pero me hacia sentir bien, era la única persona con la que hablaba, la única que parecía conocer mi existencia ...
También le conté que a mi no me gusta (demasiado) ser reconocida en mis rutinas, no me importa serlo, me gusta, pero no me gusta que los demás se den cuenta... Si en algún momento alguien se aprende mis rutinas ; la bebida que voy a tomar, la carne que voy a pedir, la urgencia de los trajes que dejo en la tintorería ( por citar tres ejemplos reales) inmediatamente cambio de rutina, o carnicería o bebida.... Lo que se tercie...
Supongo que no se lo había contado a nadie nunca...
Volveremos a quedar...
Quizá se convierta en una rutina...
Quién sabe?
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