En esta semana llevo dos… en una, la del martes, iba con mi madre por gran vía , Alcalá, sol… y se me perdía…
En la otra, esta noche, me llamaba por teléfono mi jefe supremo (dos niveles por encima de mi) y yo entraba en pánico (aunque no sé exactamente por qué)
No son buenas señales. Supongo que es la resaca de la situación familiar en la city. A veces, dudo. Me da cargo de conciencia . Me repito que ellos (los supuestamente conscientes) no quieren que vaya, que mi madre, total, ni cuenta se dará. Es rutina. Sin más. Ya está.
Se me pasará, tengo que pasar “el duelo”, sin más. Repetirme las razones por las que no puedo ir. Defensa propia, básicamente. Se me olvidan. Vuelvo a recordármelas. En cualquier momento lo aceptaré, dejaré de tener ese “ligero” peso. Son las fases del duelo. Si más. Han sido 5 años y pico de mantener una rutinas.
Ahora tocan otras, seguir con mi rutina de antes de esa llamada de julio de 2018? O fue 2019? y ya… todo es tiempo. Dejar que pase, dejar que la vida se suceda naturalmente sin intervenir. Eso es lo que le viene mejor a mi karma.
Sin más…
Ayer, sin esperarlo, un soplo de aire fresco (un recordatorio, un consejo del mas allá, quizá), comparto curso online con mi jefaza. Entre y allí estaba ella, con la sonrisa en los ojos y la boca. Magnética. Aguantándose las ganas de saludar (a sus antiguos “chicos”). En la video éramos un montón. Ni siquiera me sonreía solo a mi. Pero, como siempre, ese subidón de ganas de todo… Como puede producirme esa sensación, ese impacto, una y otra vez? Sin hacer nada? Hace que recupere las energías, las ganas de vivir, sin más, con su sola presencia. Con solo recordar que existe alguien como ella (a ver se me había olvidado, sí, confieso). Quizá me produce ese efecto porque la tía se me olvida, y siempre es como “ostras, es verdad estás por aqui, existes y wuauuu”
Hoy me envían la convocatoria para otro curso, el lunes, presencial. Veo que compartimos grupo…
Bueno, compórtate el lunes y mantén las distancias, tia., me ordeno.
Me basta con recordar (sentir) que , aunque pueda parecer que no, ahí fuera hay gente que me hace sentir como ella me hace sentir. Es un prototipo, la promesa de ese futuro (prometido y prometedor) que me espera. Si hay alguien (imposible) que es capaz de hacerme sentir así con solo sonreír, todavía hay esperanza. Ahí fuera , en algún lugar, debe haber decenas como ella, la vuelta de la esquina. Esto es Madrid. Hay esperanza (todavía) para mi. No estoy del todo muerta. El futuro (madrileño) todavía puede ser… el pasado (de la city) ya no tiene remedio. Solo puedo evitar que contamine también el poco (o mucho) futuro que me quede.
Con esa pseudo-promesa absurda de un futuro “de impacto” (y con dejar de tener pesadillas) ya me basta, ahora mismo!
Asi es la vida. Vas aprendiendo…
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