Bajé camino de la estación del tren, tras cuatro días de reproches en la city, reproches mutuos con mis hermanos , estos últimos , los de mis hermanos, amplificados por el eco de mi padre.
Rutina...
Sorprenderme por mi propio reflejo en un escaparate...
Me gustó esa mujer que tiraba de una maleta demasiado grande (la compré por internet, me justifico tímidamente siempre que alguien me advierte de lo poco apropiado del tamaño)...
Me gustó lo que vi, lo que sentí, por un segundo senti (pensé?) que la yo que se ha reflejado durante años en ese espejo dialogaba con la yo del lunes... Y le decía... me gusta la mujer que eres... (a pesar de todo o precisamente por todo)... todo valió la pena, no pudo ser de otra forma. Es, ha sido, lo que tenía que ser. Pase lo que pase.
Esa sensación me acompañó durante todo el viaje...
Pensaba en ella, en esa mujer del escaparate. Como cuando te tropiezas con alguien que por lo que sea te atrapa, te atrae y no puedes dejar de pensar, imaginar, soñar con ella...
Quizá intentaba encontrar las palabras para escribir un post (similar a este, quizá) pero tengo al menos uno, quizá son varios, post atragantados y me cuesta ...
Pensaba en la penúltima que me dijo aquello de “no sé como no ligas mas, me parece increíble” (despues debió darse cuenta de por qué ... o no sería la penúltima... ya a estas alturas)...
Sonreírme para mi misma pensando en esas palabras y en mi contrarréplica. Sí, debió entenderlo, en algún momento. Lastima que no compartiera sus conclusiones.
(O si, ahora que lo pienso, en medio del post, sí las compartió, supongo que tiene/tenía razón. Nobody is perfect)
Llegar a casa, después de 6 horas y media de tren, casi media de metro, subir en el ascensor y no poder evitar querer inmortalizar ese yo que sé de ese minuto y resultado... de mi vida...
Aquí lo dejo... un rato... gran parte (casi todo) lo que soy y/o no soy se lo debo a este blog, en realidad. Siendo honestas.
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