Capítulo VI
Neuronas zurdas, teclado en llamas
No escribe por arte. Ni por ambición literaria. Escribe porque si no lo hace, se ahoga. Escribe porque necesita ponerle palabras a eso que no se atreve a decir en voz alta, ni siquiera a ella misma. Lo suyo no es un diario, ni un desahogo emocional. Es más bien una operación quirúrgica con bisturí frío: sacar el pensamiento, diseccionarlo, mirarlo por dentro.
“Neuronas zurdas de una mujer en guerra” no es solo un título. Es una declaración de intenciones. Habla de lo mental que nunca encaja, del pensamiento que se desvía, de la lógica que incomoda. Y habla de la guerra —la silenciosa, la cotidiana, la que no lleva uniforme ni escudo, pero se libra cada día.
El blog es el único sitio donde baja la guardia. Donde no importa la estrategia, ni el juicio, ni el resultado. Solo importa decir la verdad. Aunque duela. Aunque no guste. Aunque quede fea. Porque ella no escribe para los demás. Escribe para sobrevivirse. Para verse. Para recordarse. Para poder, al menos por un rato, vivir emociones que en la vida real tiene que bloquear para seguir funcionando.
No busca aplauso. Ni comunidad. A veces ni recuerda quién lo ha leído. Pero cada post es como una habitación donde por fin puede gritar lo que en la oficina, en la familia o en la calle tiene que decir con eufemismos o con silencios.
La escritura le permite ser abierta desde un lugar seguro. Un yo alternativo que, sin dejar de ser ella, se da permisos que en la vida real están prohibidos. Y ese yo no busca likes. Busca verdad.
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